jueves
YO ABORTE
En el último tiempo nos hemos dedicado especialmente a conversar y reflexionar sobre el ABORTO, por ser este un derecho totalmente vulnerado en nuestro país.
miércoles
La resignificación Feminista de la sexualidad patriarcal como propuesta política.
Macarena Trujillo Cristoffanini
Socióloga, Magíster en Género UCM.
La sexualidad no es ahistórica o un aspecto natural de nosotras/os, más bien es una construcción social y, como tal, afecta y se refleja continuamente en la vida diaria de mujeres y hombres. Pero esta construcción no es neutra, ni tampoco nace de consensos, sino que afecta a las mujeres de manera diferenciada de la de los varones, ya que para nosotras es algo que se nos impone de manera violenta y que nos asigna desde manos, ojos y voces masculinas, desde donde la “sexualidad femenina o de la mujer” no es más que una heterodesignación; entendiendo heterodesignación como una construcción de la sexualidad donde el sujeto de discurso es el varón. Y al serlo, la mujeres quedamos relegadas a la posición de objeto, no somos más que el agregado pasivo de una frase que busca dejarnos mudas. Y si alguna de nosotras no quiere resignarse a esta posición pasiva y heterodesignada, como estrategia de control, entre otras, lo que se hace es ubicarnos al otro extremo del discurso, ubicación también asignada desde el sujeto masculino, y es entonces cuando dejamos de ser mujeres buenas y pasamos a ser las locas, las putas, las cualquiera, las frustradas….
Quisiera proponer que las mujeres que buscan pautas propias para nombrarse y sentirse así mismas y a las/os otras/os fuera de la heterodesignación son prácticas no normativas, sexualidades disruptivas, y que por diversas que estas sean de una u otra manera cuestionan al sistema patriarcal.
Así, muchas mujeres se han alejado de los patrones tradicionales impuestos en las diferentes épocas y han cuestionado la norma de una sexualidad que podemos caracterizar como sexista, androcéntrica, coitocentrista, misógina, explotadora, etc., la cual busca negarnos nuestra autonomía y autoridad a la hora de plantearnos y situarnos en la enunciación y construcción de nuestra propia sexualidad.
Cuando hablamos de sexualidad, no hablamos sólo de prácticas sexuales ni de genitalidad, sino que hablamos de constructos sociales, de entramados complejos, donde diferentes fuerzas y poderes atraviesan nuestras vidas y nuestros cuerpos. La manera en que se concibe la sexualidad varía en relación a la cultura, al contexto histórico, social y político. Esto significa asumir la existencia de pautas y normas que incentivan y controlan ciertas prácticas y saberes en relación a la sexualidad con el objetivo de excluir a cualquier otra conducta que no se apegue a los cánones establecidos; lo que da como resultado la censura, marginalización, negación, castigo, represión, etc. de las prácticas que no se manifiesten dentro de ese orden.
Como señalan Osborne y Guasch la sexualidad es universal porque en todas las sociedades de todos los tiempos hay normas, implícitas o explícitas, para gestionar el deseo. De este modo podemos afirmar que han existido y existen infinidades de ideas y prácticas respecto a la sexualidad como culturas y sociedades. Así, la diferencia entre lo que se considera correcto o incorrecto, lo que se promueve o se sanciona varía enormemente de lugar a lugar y de tiempo a tiempo.
Si bien podemos decir que la construcción de la sexualidad es universal, las diferentes sociedades han desarrollado estrategias y mecanismos de control sobre la población, estas estrategias se manifiestan por medio de relatos, los cuales son hacedores de realidad y de verdad y desde donde surgen arbitrariamente patrones y conductas consideradas normales o correctas que construyen y alimentan un imaginario acerca de la sexualidad. Estos relatos o discursos se hacen presentes en todos los ámbitos y se materializan en todas las instituciones, si pensamos en nuestro entorno podemos observar que estamos rodeados/as de sexualidad, aunque no se hable directamente de ella; en la familia tradicional se reproducen los patrones del modelo heterosexual y de las conductas, identidades y deseos asociados a mujeres y varones ( asimismo se ensalza la maternidad como parte de la identidad femenina) para luego ser reforzadas tanto en la escuela como en los medios de comunicación. Por otro lado, y por medio de una institucionalización más formal de estos discursos, el estado legitima la política sexual dominante por medio de mecanismos que son normativas (políticas públicas por ejemplo), tanto como sancionadoras (leyes).
La construcción de la sexualidad no recae con la misma fuerza ni de igual manera a mujeres y a hombres, sino que constriñe con mayor dureza el cuerpo de las mujeres. Para argumentar esta afirmación sería interesante analizar lo que Carole Pateman, denomina como “Contrato Sexual”; contrato entre hombres, o entre algunos hombres, sobre el cuerpo de las mujeres, un acuerdo desigual, no pacífico y no libre. Para Pateman el contrato sexual es previo al contrato social en las sociedades patriarcales, por lo mismo es también previo a las desigualdades de los medios de producción que determinan la pertenencia a una clase. Así las mujeres siempre que se incorporen a la sociedad, desde cualquier clase social lo hacen en una situación de desventaja, subordinación en “razón de sexo”. (Rivera: 2003).
Este planteamiento es importante fundamentalmente porque aporta dos elementos muy significativos a la hora de considerar la mayor fuerza conque recae el dispositivo de la sexualidad[1] en las mujeres. Lo primero que señala es la apropiación del cuerpo (y de los deseos) de las mujeres por parte de los hombres, y podríamos agregar, de los mecanismos de control. Por otra parte, señala que esta apropiación se da por medio de un “contrato” que es previo a cualquier otro tipo de relaciones sociales, el cual es un acuerdo no pacífico y no libre.
Al ser un contrato previo, podemos afirmar que precede a cualquier forma de organización y estratificación de los cuerpos humanos como cuerpos sociales. Antes que seres sociales somos seres sexuados y entramos así mismo, mujeres y hombres, en diferenciada relación con la sociedad y su estructura. Pero no somos sexuados solo por nuestros genitales, somos sexuados por el dispositivo de la sexualidad construye un relato simbólico de saberes y enunciados alrededor de ese suceso, donde nuestro cuerpo se carga de valor simbólico y además nuestra subjetividad e identidad quedan marcadas profundamente por esta valoración.
Para María Milagros Rivera el contrato sexual se fundamenta en lo que Adrienne Rich denomina como heterosexualidad obligatoria y ambos estarían íntimamente relacionados. La heterosexualidad obligatoria afecta a hombres y mujeres en cuanto a la limitación de los contenidos de su sexualidad. Como consecuencia, en las mujeres significa aceptar un modelo de sexualidad reproductiva como único modelo para conocer y practicar. Esta definición conforma al cuerpo femenino como un cuerpo violable, un cuerpo idealmente siempre accesible para los hombres (Rivera: 2003).
Los discursos que se desprenden del dispositivo de la sexualidad, se materializan como prácticas que acompañan a los saberes acerca de cuál y cómo es la “sexualidad femenina”. Desde aquí se construye un imaginario acerca de la sexualidad femenina, imaginario social que incentiva ciertas pautas y penaliza otras en profunda relación con sus necesidades y con las relaciones de poder.
Este imaginario de la sexualidad femenina conlleva a la visión y relación del cuerpo de las mujeres como si fuera un objeto, un objeto hecho a la medida del deseo masculino, donde tal como plantea Rich, se concibe como un cuerpo siempre accesible a los hombres; así el cuerpo de las mujeres se forja como una pertenencia masculina, y al ser propiedad de otro el cuerpo de las mujeres es completamente anulado.
La construcción social de la sexualidad femenina se construye alrededor de la sexualidad masculina, en cambio la sexualidad masculina se construye en relación así misma. Al ser el cuerpo de las mujeres una propiedad masculina, es ocupado a gusto o cuando es conveniente, así el cuerpo de las mujeres es expuesto y utilizado de acuerdo a las necesidades, si hay que poner un desnudo en la televisión para subir la audiencia se pone un cuerpo de mujer, si hay que estudiar el cuerpo humano se hace con el cuerpo de un hombre. Al ser masculino el sujeto que enuncia la sexualidad femenina, se plantea el deseo femenino como naturalmente heterosexual, el orgasmo femenino como vaginal.
Victoria Sau expone que algunos relatos han ayudado a fomentar conceptos falsos o equivocados acerca de la sexualidad de las mujeres, como el caso del psicoanálisis, el cual construyó la sexualidad femenina alrededor del pene. Freud señala como crucial en la constitución del deseo femenino, el complejo de castración o envidia al pene, el cual para Freud es cuando la niña observa que su padre, hermano o el varón que sea de la familia tiene un pene y ella no, en este momento la niña piensa que lo ha tenido alguna vez y le ha sido quitado, probablemente como castigo a no sabe qué; a partir de ese momento empieza a envidiarle con todas sus fuerzas hasta que, con el tiempo sustituye dicha envidia por el deseo de tener un hijo, sustitución con que la niña se conforma si es “normal” (Sau:2000). Pero Sau no sólo se queda en denunciar como el psicoanálisis construye de manera androcéntrica la sexualidad femenina, si no que además señala que la envidia al pene tendría su contrapartida en los varones en la envidia al parto, envidia al parto porque este sería el símbolo de poder reproductor que detentaríamos las mujeres. Los hombres serían siempre hijos de mujeres. Esto se vería representado antropológicamente por las couvades, los cuales serían rituales practicados por diversas sociedades y en distintas partes del mundo, donde los varones emulaban el parto y hacían como que ellos hubiesen sido los que acababan de parir. Estos rituales incluían muchas veces que el hombre imitara los dolores del parto y guardara cama recibiendo los cuidados y atenciones de la parturienta como si fuera esta. El couvade se utiliza como una forma de apropiarse de la maternidad, para Sau, se sigue manifestando en la actualidad aunque enmascarada bajo sutiles disfraces (un ejemplo de la legitimación formal del couvade como forma de apropiarse de la descendencia, está en que los hijos legalmente lleven el apellido paterno como el principal y/o único)
Celia Amorós, en una charla realizada el 5 marzo de 2005, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, planteaba que el sistema patriarcal funciona en base de prestigio; con lo que el sistema patriarcal premia a los hombres es con gracia y mérito. Si eres buena chica, buena mujer, buena madre tienes valor y reconocimiento, si te sales de los márgenes se te quita prestigio y mérito. Pienso que para la infravaloración de las mujeres que no responden a los cánones tradicionales, generalmente se les infravaloriza por medio de dos métodos( entre otros); o se les hipersexualiza (esto se hace repetidamente con la imagen de las lesbianas o de las prostitutas)o se les neutraliza sexualmente (como a las solteras, a las mujeres que acceden a las esferas de poder y de toma de decisiones, las mujeres que entran en áreas tradicionalmente masculinas, a las feministas que se les pone como a unas brujas amargadas, frígidas….es que les falta un hombre por eso son así, se escucha decir por ahí.) En el mundo de las idénticas no hay espacios para salirse de los márgenes, y para ellas no hay representación ni correlato que no sea desde una óptica masculina, no existen, siempre subordinadas al protagonismo masculino, porque el imaginario acerca de la sexualidad femenina se construye en torno a algo o a alguien, pero nunca en torno a nosotras mismas, se enuncia desde la anulación del clítoris, desde la apropiación de nuestros cuerpos para ser vistos como material para la procreación o como para ser tocados, y nunca fuente de placer para nosotras, si no para otros.
Lo que me propuse plantear en este ensayo, es el hecho de que las mujeres cuando nos salimos de los márgenes que se nos han asignado desde el discurso patriarcal y androcéntrico, estamos cuestionando el orden tradicional, la apropiación de nuestro cuerpo, de nuestros placeres es ya una sexualidad no normativa, alejándonos así de los mitos difundidos por el patriarcado y por la heterorrealidad.
Las mujeres que se plantean en un lugar propio de enunciación ante la heterodesiganación y pienso en todas aquellas, no sé, se me ocurren montón de ejemplos, desde la mujer de 80 años que decide volver a tener relaciones sexuales, la mujer que se acuesta con un hombre distinto cada noche, la mujer que es lesbiana, la mujer que le gusta practicar S/M, la heterosexual que se plantea relaciones no marcadas por la heterosesignacion, las que practican femme /butch, la que no se acuesta con nadie, la que se masturba diariamente, la que practica sexo múltiple, las que deciden criar un hija/o juntas, la que decide criar un hija/o sola, las que se imponen ante la violencia, las que crean representaciones nuevas, todas las que no encajan son las que se plantean ser sujeta activa de su propia sexualidad, y son las mujeres que me parecen disruptivas y que cuestionan el orden tradicional y machista, si se plantea como una práctica reflexiva donde se construyan discursos, donde una es la agenta de su sexualidad y de sus deseos. Pero no encajar está bajo el riesgo de encontrarse fuera de la norma lo que puede ser marginalizado o castigado. La violencia contra las mujeres que no se encuentran dentro de lo que se exige a su sexualidad, y a los roles relacionados con esta, se encuentran bajo una violencia cotidiana y que se manifiesta de manera tan brutal como en las mujeres maltratadas, en las asesinadas, en la lesbofobia incluida la violencia física a lesbianas; y de manera silenciosa como en la representación que se hace de las mujeres en los medios de comunicación, en las leyes que protegen e incentivan cierto tipo de sexualidad y así.
El desafío es recorrer nuestra sexualidad, cuestionarla, jugar con ella, pasar de la idea de la “sexualidad femenina” a la “sexualidad de las mujeres” y con sexualidad de las mujeres no me refiero a algo cerrado, concreto, al contrario, me refiero a un espacio abierto, donde descolonicemos y nos apropiemos de nuestra sexualidad, me refiero a ser sujetas activas de nuestro propio discurso, desnaturalizarla para volverla a construir desde una nueva perspectiva y bajo los imperativos de nuestros propios deseos, dotarla de contenido, resignificarla para hacerla política, realizar una composición libre de enunciación como un territorio no codificado donde la sexualidad se nos presente como un territorio donde transitar, donde sea un lugar propio que no tiene que encajar en nada, con nada….
Bibliografía
Rivera Garretas, María Milagros: Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista. Editorial Icaria, Barcelona, España, 2003.
Guasch, Oscar y Osborne Raquel: Sociología de la sexualidad. CIS España, 2003.
Rich, Adrienne: Heterosexualidad Obligatoria y Existencia Lesbiana, en Sexualidades, género y roles sexuales. M. Navarro y C Stimpson (comp.). Fondo de cultura económica, Argentina, 1999.
Sau, Sánchez, Victoria: Reflexiones Feministas Para Principios de Siglo. Cuadernos inacabables Nº 34. Edición horas y HORAS, Madrid, 2000.
* La reflexión acerca del dispositivo de la sexualidad, lo tomé de un ensayo que había realizado con anterioridad, y se remite a una lectura de Foucault basada en la “Historia de la Sexualidad: La voluntad del Saber”.Editorial siglo XXI, 2005, España.
[1] * Con esto me refiero al concepto desarrollado por Foucault. El dispositivo de la sexualidad serían las estrategias en cuanto a cómo la sociedad gestiona la sexualidad; y su centralidad radicaría en que nos encontramos en una sociedad donde el poder se dirige al cuerpo, en una “sociedad del sexo” o de “sexualidad” donde los mecanismos del poder se dirigen al cuerpo, a la vida, a lo que hace proliferar, a lo que refuerza la especie, su vigor, su capacidad de dominar. El poder habla de la sexualidad y a la sexualidad; entonces esta no es solo una marca o un símbolo, si no que es objeto y blanco. (Claro está que el concepto de dispositivo de la sexualidad es mucho más complejo y se enmarca en una teoría social que desarrollo Foucault a lo largo de toda su vida que es muy difícil de sintetizar e incluso de abarcar, pero aquí lo tomé para tener un punto de referencia teórico cuando me refiera a dispositivo de la sexualidad)
domingo
Derecho a la salud: Derecho al aborto: Derecho ciudadano
La salud es entendida como el nivel más alto posible de bienestar físico, psicológico y social (Salleras citado en Rodríguez, 2001) y no la mera ausencia de enfermedad (Rodríguez, 2001). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) “la salud reproductiva es un estado general de bienestar físico, mental y social en todos los aspectos relacionados con el sistema reproductivo y sus funciones y procesos. Por lo tanto, la salud reproductiva entraña la capacidad de disfrutar una vida sexual satisfactoria, sin riesgos y con plena libertad para decidir procrear o no, cuando y con que frecuencia.” (Proyecto de Ley, pág 40)
Cuando se habla de salud se refiere a un concepto integral y holista que incorpora la noción de desarrollo máximo de las capacidades de las personas apuntando a la autorrealización, considerando además a la salud como un derecho, pero a su vez una responsabilidad personal. Esto implica que la salud incluye el tratamiento, rehabilitación, prevención, promoción y abordaje de las consecuencias sintomáticas (Marín en Rodríguez, 2001).
Conectando el concepto de salud con el de salud sexual y reproductiva, se puede deducir que las personas en su sentido de responsabilidad personal, pueden y deben tomar las decisiones que consideren necesarias para alcanzar un estado de salud óptima.
La sexualidad y el cuerpo son dimensiones fundamentales de la vida humana y del desarrollo del potencial político y moral de los individuos. En este sentido es que sería el cuerpo donde empieza la democracia, pues es el cuerpo entero el que conoce y actúa (Chiarotti, 2004). La posibilidad de tomar decisiones sobre el propio cuerpo es uno de los ejes centrales desde el cual se reclama el derecho a la ciudadanía de las mujeres. Y las condiciones para que ese derecho sea pleno en su ejercicio, las debe brindar el Estado, independiente de las creencias que profese, pues darle predominancia a una sola religión y permitirle la injerencia en asuntos del Estado, significa violar la igualdad religiosa y la libertad de culto. Entonces el reclamo por el derecho al aborto se relaciona con la defensa del pluralismo y de un Estado laico (Chiarotti, 2004). Considerando estos elementos, revive la ya conocida frase dentro del movimiento feminista “lo personal es político”.Cuando se propone el derecho al aborto se apela al sentido democrático, pues se está haciendo referencia al respeto por la individualidad y la diversidad de opciones y posiciones (que son múltiples) de las mujeres ante un embarazo.
Existe una estrecha vinculación del concepto de salud -como la búsqueda de la autorrealización o bienestar- y el derecho al aborto, pues se entiende que toda vez que una mujer opta por este, es por considerar -en ese momento- que es la mejor alternativa que tiene para enfrentar la vida. La maternidad no se constituye para todas las mujeres como un deber o un instinto, y en consecuencia, existe la posibilidad ante el embarazo de optar por ser madre y optar por no serlo.
Sin duda existen diversas razones por las cuales una mujer llega a embarazarse, desde la mera irresponsabilidad (del hombre y la mujer) en el no uso de métodos anticonceptivos, hasta las situaciones más graves como son las violaciones. Sin embargo, las causas no deben mediar sobre el ejercicio de derechos, más aún cuando se considera que las causas por las cuales las mujeres recurren al aborto son tan diversas, que no cabe discusión alguna, de forma que resulta intrascendente para las mujeres lo que otros puedan decidir. “Para las mujeres el aborto no es tema de discusión, es una realidad que la sienten en carne propia. Es un tema que trasciende la mesa de trajo de burócratas, investigadores o clérigos” (Calle, 2004)
El derecho a decidir va más allá de las causas del embarazo. Es un derecho supra que toda mujer goza o debería gozar, considerando que la maternidad es un asunto personal y particular. La ausencia de una política social frente al tema del aborto se constituye en una práctica de discriminación y de violencia hacia las mujeres, al no respetar el derecho básico a decidir por su cuerpo y su vida.
A pesar que los Convenios y acuerdos internacionales ya han incorporado esta materia, en Chile aún es claro que una de las razones por las cuales se debate tanto frente al tema del aborto radica en la cultura, que ha socializado históricamente la idea de que la maternidad es una condición obligatoria y determinante en la mujer. De este modo, el aborto se constituye en la negación de la maternidad y en la negación de lo que se ha supuesto por mucho tiempo natural en las mujeres: el deseo de un hijo/a. Por lo tanto, se configura en la transgresión más grande que pueda cometer una mujer en una cultura patriarcal. (Salazar, 2004).
Es por una cuestión de discriminación hacia las mujeres que el aborto no es abordado como tema para evitar su instalación como política pública. Las más afectadas siguen siendo las mujeres más pobres que son quienes acuden a servicios clandestinos, inseguros e insalubres, lo que generalmente las lleva a tener complicaciones causadas por el aborto y probablemente la muerte. (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
Además de ser un problema de discriminación, es un problema de justicia social, en cuanto que las posibilidades de recibir un servicio seguro depende de las posibilidades económicas de cada mujer. Es un problema de derechos humanos pues se violan una amplia gama de derechos que son contenidos en el derecho internacional y en las Convenciones y acuerdos internacionales a los que Chile se ha suscrito. Se constituye en un problema de salud pública en tanto que el aborto inseguro trae riesgos y daños evitables, como es el más grave de ellos la mortalidad materna. (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
Todo esto ocurre aún cuando Chile ha asumido compromisos en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en El Cairo el año 1994, entre otros, en relación al aborto en el cual se señala lo siguiente:
Los Gobiernos deberían tomar medidas oportunas para ayudar a las mujeres a evitar el aborto, que en ningún caso debería promoverse como método de planificación de la familia, y proporcionar en todos los casos un trato humanitario y orientación a las mujeres que han recurrido al aborto. (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
Por otra parte se indica:
… “se insta a todos los gobiernos ….a ocuparse de los efectos en la salud que tienen los abortos realizados en condiciones no adecuadas como un importante problema de salud pública y a reducir el recurso al aborto mediante la prestación de más amplios y mejores servicios de planificación de la familia…..en todos los casos, las mujeres deben tener acceso a servicios de calidad para tratar las complicaciones derivadas de abortos….” (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
En resumen, el Gobierno de Chile no ha dedicado interés al tema del aborto como problemática de salud y como derecho ciudadano, ni siquiera en lo que respecta a los compromisos asumidos en la Conferencia de El Cairo, en materia de atención humanizada. Las explicaciones que puede dar el Estado son diversas y entre ellas se encuentra la conocida justificación que indica que de legalizar el aborto, el porcentaje de éstos aumentaría. Sin embargo, sólo basta considerar que en América Latina, región donde el aborto sigue siendo considerado un crimen, la tasa de abortos es mucho más elevada que en Europa Occidental o Estado Unidos donde, en general, es legal. (Derecho al aborto en América Latina, 2006).
En definitiva, cuando se habla del derecho a la salud, se habla de ciudadanía y ésta es entendida como la titularidad y ejercicio de derechos ciudadanos, tales como los civiles, políticos, económicos, sociales y aquellos más nuevos de las sociedades modernas, denominados de segunda y tercera generación como es el caso de los derechos sexuales y reproductivos. Todo esto implica que en el pleno ejercicio de éstos, hombres y mujeres deben ser capaces de ejercer igualdad de condiciones para desenvolverse en sociedad, no sufrir discriminación en ese ejercicio y el Estado ofrecer las condiciones para cumplir el ejercicio ciudadano.
La salud es entendida como el nivel más alto posible de bienestar físico, psicológico y social (Salleras citado en Rodríguez, 2001) y no la mera ausencia de enfermedad (Rodríguez, 2001). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) “la salud reproductiva es un estado general de bienestar físico, mental y social en todos los aspectos relacionados con el sistema reproductivo y sus funciones y procesos. Por lo tanto, la salud reproductiva entraña la capacidad de disfrutar una vida sexual satisfactoria, sin riesgos y con plena libertad para decidir procrear o no, cuando y con que frecuencia.” (Proyecto de Ley, pág 40)
Cuando se habla de salud se refiere a un concepto integral y holista que incorpora la noción de desarrollo máximo de las capacidades de las personas apuntando a la autorrealización, considerando además a la salud como un derecho, pero a su vez una responsabilidad personal. Esto implica que la salud incluye el tratamiento, rehabilitación, prevención, promoción y abordaje de las consecuencias sintomáticas (Marín en Rodríguez, 2001).
Conectando el concepto de salud con el de salud sexual y reproductiva, se puede deducir que las personas en su sentido de responsabilidad personal, pueden y deben tomar las decisiones que consideren necesarias para alcanzar un estado de salud óptima.
La sexualidad y el cuerpo son dimensiones fundamentales de la vida humana y del desarrollo del potencial político y moral de los individuos. En este sentido es que sería el cuerpo donde empieza la democracia, pues es el cuerpo entero el que conoce y actúa (Chiarotti, 2004). La posibilidad de tomar decisiones sobre el propio cuerpo es uno de los ejes centrales desde el cual se reclama el derecho a la ciudadanía de las mujeres. Y las condiciones para que ese derecho sea pleno en su ejercicio, las debe brindar el Estado, independiente de las creencias que profese, pues darle predominancia a una sola religión y permitirle la injerencia en asuntos del Estado, significa violar la igualdad religiosa y la libertad de culto. Entonces el reclamo por el derecho al aborto se relaciona con la defensa del pluralismo y de un Estado laico (Chiarotti, 2004). Considerando estos elementos, revive la ya conocida frase dentro del movimiento feminista “lo personal es político”.Cuando se propone el derecho al aborto se apela al sentido democrático, pues se está haciendo referencia al respeto por la individualidad y la diversidad de opciones y posiciones (que son múltiples) de las mujeres ante un embarazo.
Existe una estrecha vinculación del concepto de salud -como la búsqueda de la autorrealización o bienestar- y el derecho al aborto, pues se entiende que toda vez que una mujer opta por este, es por considerar -en ese momento- que es la mejor alternativa que tiene para enfrentar la vida. La maternidad no se constituye para todas las mujeres como un deber o un instinto, y en consecuencia, existe la posibilidad ante el embarazo de optar por ser madre y optar por no serlo.
Sin duda existen diversas razones por las cuales una mujer llega a embarazarse, desde la mera irresponsabilidad (del hombre y la mujer) en el no uso de métodos anticonceptivos, hasta las situaciones más graves como son las violaciones. Sin embargo, las causas no deben mediar sobre el ejercicio de derechos, más aún cuando se considera que las causas por las cuales las mujeres recurren al aborto son tan diversas, que no cabe discusión alguna, de forma que resulta intrascendente para las mujeres lo que otros puedan decidir. “Para las mujeres el aborto no es tema de discusión, es una realidad que la sienten en carne propia. Es un tema que trasciende la mesa de trajo de burócratas, investigadores o clérigos” (Calle, 2004)
El derecho a decidir va más allá de las causas del embarazo. Es un derecho supra que toda mujer goza o debería gozar, considerando que la maternidad es un asunto personal y particular. La ausencia de una política social frente al tema del aborto se constituye en una práctica de discriminación y de violencia hacia las mujeres, al no respetar el derecho básico a decidir por su cuerpo y su vida.
A pesar que los Convenios y acuerdos internacionales ya han incorporado esta materia, en Chile aún es claro que una de las razones por las cuales se debate tanto frente al tema del aborto radica en la cultura, que ha socializado históricamente la idea de que la maternidad es una condición obligatoria y determinante en la mujer. De este modo, el aborto se constituye en la negación de la maternidad y en la negación de lo que se ha supuesto por mucho tiempo natural en las mujeres: el deseo de un hijo/a. Por lo tanto, se configura en la transgresión más grande que pueda cometer una mujer en una cultura patriarcal. (Salazar, 2004).
Es por una cuestión de discriminación hacia las mujeres que el aborto no es abordado como tema para evitar su instalación como política pública. Las más afectadas siguen siendo las mujeres más pobres que son quienes acuden a servicios clandestinos, inseguros e insalubres, lo que generalmente las lleva a tener complicaciones causadas por el aborto y probablemente la muerte. (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
Además de ser un problema de discriminación, es un problema de justicia social, en cuanto que las posibilidades de recibir un servicio seguro depende de las posibilidades económicas de cada mujer. Es un problema de derechos humanos pues se violan una amplia gama de derechos que son contenidos en el derecho internacional y en las Convenciones y acuerdos internacionales a los que Chile se ha suscrito. Se constituye en un problema de salud pública en tanto que el aborto inseguro trae riesgos y daños evitables, como es el más grave de ellos la mortalidad materna. (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
Todo esto ocurre aún cuando Chile ha asumido compromisos en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en El Cairo el año 1994, entre otros, en relación al aborto en el cual se señala lo siguiente:
Los Gobiernos deberían tomar medidas oportunas para ayudar a las mujeres a evitar el aborto, que en ningún caso debería promoverse como método de planificación de la familia, y proporcionar en todos los casos un trato humanitario y orientación a las mujeres que han recurrido al aborto. (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
Por otra parte se indica:
… “se insta a todos los gobiernos ….a ocuparse de los efectos en la salud que tienen los abortos realizados en condiciones no adecuadas como un importante problema de salud pública y a reducir el recurso al aborto mediante la prestación de más amplios y mejores servicios de planificación de la familia…..en todos los casos, las mujeres deben tener acceso a servicios de calidad para tratar las complicaciones derivadas de abortos….” (Foro red de salud y derechos sexuales y reproductivos y RSMLAC, 2003)
En resumen, el Gobierno de Chile no ha dedicado interés al tema del aborto como problemática de salud y como derecho ciudadano, ni siquiera en lo que respecta a los compromisos asumidos en la Conferencia de El Cairo, en materia de atención humanizada. Las explicaciones que puede dar el Estado son diversas y entre ellas se encuentra la conocida justificación que indica que de legalizar el aborto, el porcentaje de éstos aumentaría. Sin embargo, sólo basta considerar que en América Latina, región donde el aborto sigue siendo considerado un crimen, la tasa de abortos es mucho más elevada que en Europa Occidental o Estado Unidos donde, en general, es legal. (Derecho al aborto en América Latina, 2006).
En definitiva, cuando se habla del derecho a la salud, se habla de ciudadanía y ésta es entendida como la titularidad y ejercicio de derechos ciudadanos, tales como los civiles, políticos, económicos, sociales y aquellos más nuevos de las sociedades modernas, denominados de segunda y tercera generación como es el caso de los derechos sexuales y reproductivos. Todo esto implica que en el pleno ejercicio de éstos, hombres y mujeres deben ser capaces de ejercer igualdad de condiciones para desenvolverse en sociedad, no sufrir discriminación en ese ejercicio y el Estado ofrecer las condiciones para cumplir el ejercicio ciudadano.
Zicri Orellana Rojas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)